Candidatas mujeres que sirvan a los intereses de los hombres en el poder.
Por: Ariana Palma Mora
Estas elecciones me han hecho reflexionar sobre la famosa paridad de género y sus implicaciones. He llegado a la conclusión que ésta acción afirmativa es una falacia, un simple espejismo para que los partidos políticos hagan como que cumplen y las mujeres nos sintamos medio representadas. Explico:
Históricamente los partidos políticos han sido una suerte de cofradía, de hermandad, un club donde los hombres se reúnen a debatir, decidir y negociar el devenir de la realidad política. Las mujeres nunca hemos sido bienvenidas mucho menos aceptadas. Sin embargo, resulta que para estas elecciones debemos ser consideradas obligatoriamente, porque –noticias de último minuto- somos la mitad del electorado y lo justo sería que esa proporción esté reflejada en nuestra participación en las elecciones. Hasta ahí todo bien, entonces ¿Cuál es el problema?
El detalle es que la paridad de género, no implica forzosamente que los partidos políticos crean en las mujeres como líderes de sus plataformas, aunque tengan grandes perfiles entre sus militantes. No las desarrollan políticamente, no han construido una agenda para nosotras desde su ideología. Es más, ni siquiera tienen clara su ideología general, mucho menos la relativa a nosotras.
Y es así como llegamos a esta realidad, a convertirnos las mujeres en piezas que se colocan para cumplir con la ley y nada más. Muchas de las mujeres candidatas a diputaciones locales o alcaldías nunca habíamos escuchado de ellas, no son militantes activas del partido o coalición que las respalda, no tienen carrera política, liderazgo social ni mucho menos preparación para el cargo que están contendiendo. Porque, aunque en la conciencia colectiva creamos que para dedicarse al servicio público no es necesario saber nada; la realidad es que la Política requiere conocimientos diversos: economía, administración, innovación, negociación y cabildeo, historia, finanzas y un larguísimo etcétera. Lo que vemos ahora es la vulgarización de un arte, la prostitución de la práctica que afecta todas y cada una de las áreas de nuestras vidas.
Yo no puedo creer que los partidos no tengan mejores aspirantes que las que aparecen, con sus contadas excepciones, en estos comicios. Mujeres que no tienen bien definida su ideología, que no tienen un proyecto político. Son mujeres que se prestaron a la simulación política, que ocupan espacios sólo para cumplir, dejando a un lado a otras que tienen años trabajando sus liderazgos. Esas mujeres que se encuentran ahora contendiendo para un puesto que nunca tuvieron en sus radares y fueron seleccionadas por la cantidad de likes en sus fotos, el número de seguidores en Instagram o por ser la nuera, prima, ahijada, hija o hermana de uno de los líderes del partido. ¿De verdad creemos que estaremos representadas, que traerán una agenda para nosotras si quien las puso ahí son los mismos que no les permiten a sus militantes mujeres acceder a una candidatura?
No me mal interpreten, no afirmo que sean incompetentes en lo que hacen, nada más alejado de eso. Tenemos candidatas con un gran perfil, son profesionistas dedicadas, exitosas y preparadas sí…pero en su área. Y como dicen el primer acto de corrupción es aceptar un puesto para el que no estás preparado. ¿Cómo no decir entonces que es sólo simulación?
En conclusión, de nada nos sirve tener candidatas mujeres que sirvan a los intereses de los hombres en el poder. De nada nos sirve tener mujeres servidoras públicas súper populares en redes sociales si no están preparadas para ejercer un proyecto bien definido. Lo ideal sería que siendo la mitad de los contendientes en las elecciones cada una de las candidatas definiera su plataforma ideológica y su proyecto político de manera que TODAS las mujeres, y los hombres que se quieran agregar, nos sintiésemos representadas con alguna de ellas y así garantizar una verdadera inclusión política. Cualquier cosa menos que eso, no es más que prácticas machistas disfrazadas de participación, no se dejen engañar.